La ciudad impersonal
Leyendo un artículo de Luis Manuel Ruiz en el diario El País me topé con una verdad de esas evidentes que uno puede constatar porque las ve en el día a día. Se trata una vez más de las políticas urbanísticas que se llevan o se planean llevar a cabo en nuestras ciudades. Citaré el caso de Sevilla porque es el que mejor conozco. La especulación inmobiliaria arrasa con el centro de las ciudades echando a ancianitas de sus casas mediante esa estrategia que consiste en declarar el edificio en ruina. De este modo se obstaculiza gravemente la vida de muchas personas con el fin de sacar más dinero con los alquileres de piso o con comercios multinacionales. Ahí tenemos La Campana, donde no queda ya más que la antigua cafetería rodeada de McDonalds y Burguer Kings, ahí tenemos el deshaucio reciente en Sevilla de una anciana por no haber pagado 39 euros de alquiler (¡!).
Considero una política similar y muy lamentable la que se lleva a cabo en la Plaza Cristo de Burgos o San Pedro, donde se colocan los fines de semana unas vergonzosas vallas del ayuntamiento, acompañadas de una patrulla de agentes, con el único fin de que los jóvenes no estén allí divirtiéndose. Pero de nada sirve, porque a los que salen a tomar el aire de la calle lo mismo les da hacerlo un poco más pa´lla. La vida de la ciudad se abre paso porque una ciudad no son tanto sus edificios como sus habitantes. Decía Carlos Mármol en el Diario de Sevilla que "el espíritu real de una ciudad, sobre todo en el Sur, son sus ciudadanos". Totalmente de acuerdo, una ciudad es un espacio de convivencia entre personas y me parece lamentable que las presiones del capital lleven a la administración pública a romper esta regla básica para cuyo cumplimiento ha sido creada. (Continuará)
Considero una política similar y muy lamentable la que se lleva a cabo en la Plaza Cristo de Burgos o San Pedro, donde se colocan los fines de semana unas vergonzosas vallas del ayuntamiento, acompañadas de una patrulla de agentes, con el único fin de que los jóvenes no estén allí divirtiéndose. Pero de nada sirve, porque a los que salen a tomar el aire de la calle lo mismo les da hacerlo un poco más pa´lla. La vida de la ciudad se abre paso porque una ciudad no son tanto sus edificios como sus habitantes. Decía Carlos Mármol en el Diario de Sevilla que "el espíritu real de una ciudad, sobre todo en el Sur, son sus ciudadanos". Totalmente de acuerdo, una ciudad es un espacio de convivencia entre personas y me parece lamentable que las presiones del capital lleven a la administración pública a romper esta regla básica para cuyo cumplimiento ha sido creada. (Continuará)
3 comentarios
Silvia -
rubén -
espero ansioso ese 'continuará' y, como no, continuidad...
clin -