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la ROTONDA

La huída hacia lo auténtico

Viene pasando últimamente que nos invaden las empresas grandes por todas partes, en todos los sectores de venta posibles, imaginables y por imaginar e inventar (ya hemos visto la fábula del vendedor y el alce...). Pongamos el caso de los bares, en el que vemos como las grandes compañías se hace con los mejores emplazamientos de tal manera que no puedes no verlas y te resulta veinte veces más fácil recaer en una de sus sucursales que en cualquier bar de un empresario independiente. Ese es su poder.
Ante esta realidad he notado, ahora con agrado por su generalización, que los jóvenes, agobiados por la monocromaticidad de la elección ante la que nos vemos imbuídos, hemos adquirido (la capacidad de), aprendido (a) y emprendido (una) huída hacia lo auténtico, una búsqueda de lo complicado, de lo que no se nos da fácilmente, de lo que hay que descubrir, en vez de tomar lo que nos rodea de manera evidente.
Al principio tenía cierto recelo de los que buscaban lo auténtico, y lo sigo teniendo ante quien lo muestra con palabras y no con actitudes. Pero me rindo ante la omnipresente prostitución de todo lo que se puede querer y abogo por el mal menor que esta nueva venta del pudor supone si realmente, generalizándose, sirve para luchar contra contra el monocromatismo que "el fin de la historia" nos pinta.
No obstante, sigo pensando que decir "lo auténtico" desautentifica. Lo auténtico es frágil, innombrable y parece que si lo pronuncias se rompe o solidifica, convirtiéndose en un ladrillo más del edificio monocolor predominante.
Lo auténtico no se dice, ni se proclama y, sobre todo, no se reconoce a sí mismo como tal; si lo hiciera no podría serlo, es, sencillamente, contradictorio. Eso lo conserva de nosotros los buscadores, siempre intacto, como una idea hacia la que se tiende pero no se agarra, sólo se disfruta en momentos fugaces...

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